Venta del voto

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El elector-cliente que vende su voto es un padre de familia de cualquier territorio rural del país. Una madre soltera de cualquier barrio en los suburbios de las ciudades; un joven sin empleo que hace tiempo abandonó la secundaria. En realidad, puede ser cualquiera al que se le presente la oportunidad. La gama de su perfil es amplísima. Algo los unifica: están dispuestos a vender su voto, tal vez lo han hecho siempre. Y la oferta es ya tan variada que han dejado de preocuparse por el color del partido que los retribuye. Una frase los une: todos los partidos prometen, regalan, pero nada hacen para cambiar de fondo la situación de pobreza y precariedad social en la que se encuentra la mayoría de los mexicanos.

Algún sentido de pertenencia tienen: son colonos a la espera de la regularización de la tenencia de la tierra en la que asentaron su vivienda; pagan semanalmente la afiliación a la organización que los protege del desalojo; acuden a los mítines del candidato que sea que reparta tinacos en la temporada electoral; tienen al abuelo empadronado en el programa de Adultos Mayores; cooperan con la cuota que el comisariado ejidal les exige para apuntarlos en el reparto de fertilizantes.

Y tienen siempre a la vista a la figura que llega para ofrecerles algo a cambio de su voto.

Modus operandi del elector- cliente

Los tiempos han cambiado. En la era del PRI todopoderoso la elección era un trámite que pasaba por la entrega de algún beneficio material. En la era de la partidocracia, el valor de su voto ha subido ante la variada oferta y porque las posibilidades de obtener un ingreso económico se han multiplicado, todo está dispuesto a pagarlo el político que busca su voto: por la asistencia a mítines y movilizaciones, por respaldar a alguien que quiere una regiduría, por formar parte de las bases con las que cuenta el cacique local para negociar con los jefes de la capital; por jugar con un candidato o con otro en la reñida competencia por la presidencia municipal. Así que sólo se tiene que esperar al arranque de las temporadas electorales, porque ha aprendido que el proceso electoral va mucho más allá del día de la elección.

El elector-cliente ha generado una división del trabajo. La acción de ir a votar es individual. La acción por la que varios como él van a votar es otra. En la base del clientelismo está la primera acción de operación electoral, la que convierte al vendedor de su voto en el operador de la base piramidal: aquel que logra que su gente más cercana tome con él  la decisión de vender su voto.

Ese elector-cliente tiene a la vista al promotor del voto que lo busca. Identifica al candidato y al partido que promueve. Valora su oferta: despensas cada cuándo; tinacos, carretillas, bultos de cemento a cambio de qué; y el voto, a cómo. Si quien hace la oferta es una persona conocida y cumplidora, es probable que haga el negocio con ella. Si es un promotor de un partido distinto, los beneficios deben de ser mayores y el cumplimento inmediato. Pero el elector-cliente está para eso: sacar el mayor provecho para su familia. Y ya que todo suma, entre hermanos y cuñados pueden sumar 40 o 50 votos.

El elector-cliente sabe que el promotor es marrullero. Que si ofrece 100 pesos en realidad tiene 200 y piensa quedarse con la diferencia. Así que se espera a que la contienda electoral entre en ebullición. Ha aprendido a hacerse indispensable para los compradores del voto.

En la base de la pirámide clientelar, entonces, se encuentra este pequeño operador de la compra-venta del voto, que para fines prácticos es fundamental.

Ahora ¿Quiénes son los operadores?, ¿los jefes políticos dominantes que gobiernan esas complejas estructuras electorales que cambian de beneficiarios de una elección a otra?, ¿quiénes los operadores estrategas que llevan a cabo la compleja operación electoral a favor de los mejores intereses políticos y económicos?, ¿cómo son esas estructuras electorales que llegan hace décadas perfectamente aceitadas para maniobrar las elecciones?, ¿cuál es el modus operandi de cada uno de esos actores? Y ¿qué dice la ley sobre los delitos en los que incurren y sus respectivas penas?

PCCI ha preparado esta guía para intentar responder algunas de estas cuestiones. ENTRA AQUÍ.