Enrique Cárdenas Sánchez

No podremos mejorar lo que hacemos ni tampoco tomar las mejores decisiones.

Para poder decidir sobre seguir un camino u otro, una persona, una organización o el gobierno requieren información para trazar y seguir una ruta que lleve a cumplir los objetivos planteados. La política pública, para ser eficaz, necesita de evidencia, de información, de datos. Desde que inició este gobierno, el uso de “los otros datos” para responder ante cuestionamientos de los periodistas o para determinar si una obra es rentable, o bien para constatar que las decisiones que se están tomando van bien, ha ido en aumento. Constantemente se escucha “yo tengo otros datos”, o bien se especifica un dato. Por ejemplo, la tasa interna de retorno (un indicador clave para saber si un proyecto es rentable o no) de la Refinería de Dos Bocas, según la Secretaria Nahle, es de más de 14%, mientras que muchos otros expertos nacionales e internacionales confirman que la rentabilidad esperada es negativa. ¿Qué dato es el que se acerca a la realidad?

Igualmente relevante para la efectividad de la política pública es la posibilidad de medir sus resultados, de monitorear su desempeño. Por ello desde hace muchos años los países avanzados han construido instituciones e instrumentos que permiten la evaluación de las políticas que diseñan e implementan. En México también lo hicimos y procuramos que fueran independientes del poder político para evitar tentaciones. A un político le interesa quedar bien y para ello le gusta mostrar que sus programas y proyectos dan resultados estupendos, y siempre tienen la tentación de manipularlos o al menos “maquillarlos”. Es una tentación permanente y no es nueva: en este mismo espacio nos quejamos que en el sexenio pasado, desde el Ejecutivo, se intentara influir en los indicadores de la política social que no reflejaban cambios reales. Intentaban mejorar los indicadores, no la realidad que vive la gente. La tentación prevalece hoy.

La decisión de eliminar el Instituto de Evaluación de la Política Educativa y ponerlo dentro de la SEP, con otro personal y con otro mandato, así como el despido de Gonzalo Hernández Licona del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) a pesar de que constitucionalmente tenía autonomía pero el Congreso no ha pasado la ley secundaria, muestra claramente que este gobierno no está interesado en la evaluación de la política pública. Si agregamos a ello las amenazas presupuestales por la “austeridad republicana” a instituciones como el INEGI, que le obligan a reducir el monto de la información que genera, o como el Instituto Nacional de Acceso a la Información Pública y de Protección de Datos Personales, quienes garantizan que haya acceso a la información pública, entonces nos encontramos ante el acecho de una nube enorme, que oscurecerá el conocimiento de nuestra realidad y de la efectividad de la política pública. Será una situación en donde la información estará limitada y las dudas sobre su confiabilidad serán cada vez mayores. Las implicaciones de una situación como esta son múltiples:

Primero, no saber realmente qué es lo que está ocurriendo, con un grado aceptable de certeza, nos impide tomar buenas decisiones. Si pensamos que el crimen ya disminuyó, quizás ello implique suspender ciertos gastos en equipamiento y personal policiaco, cuando en realidad deberíamos aumentarlo. O si un programa no tiene efectividad ni cumple con sus objetivos marcados en su diseño, lo más conveniente es revisarlo para mejorarlo o, de plano, para eliminarlo. De no tener esas evaluaciones es muy difícil mejorar su efectividad.

Segundo, resulta muy costoso no tomar las medidas pertinentes por falta de información. Si se comenten errores en el diseño de la política pública por la carencia de información suficiente y confiable, se tendrá un costo económico y social adicional, que pudo haberse evitado. Y como no tenemos recursos en abundancia, malgastar los recursos es prácticamente un crimen.
Tercero, en una democracia, conocer cómo va el país, como está funcionando, nos brinda información para razonar nuestro voto, para premiar a los responsables de que las cosas vayan bien, o para castigar a quienes no dan los resultados que esperamos. Queda clara entonces la importancia de contar con datos ciertos en diversos ámbitos del país y de nuestra sociedad.

Por lo que hemos vivido en los últimos meses, pareciera que a México se acerca una nube gris, muy densa, que disminuirá la luz que necesitamos para vivir y progresar. La oscuridad de información vital nos dañará como sociedad. No es un buen pronóstico, puesto que no podremos mejorar lo que hacemos ni tampoco tomar las mejores decisiones. Necesitamos una luz que nos ilumine.

Enrique Cárdenas Sánchez
Universidad Iberoamericana de Puebla
Puebla contra la Corrupción y la Impunidad